Los escándalos financieros minan el mensaje del evangelio, pero las salvaguardias pueden prevenir los malos manejos en la iglesia y en la vida personal de los creyentes.
“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.”– Filipenses 2:3-4 (NVI)
Más que el pecado sexual, la deshonestidad y la estafa financiera practicada por líderes de la Iglesia de Cristo en la era moderna han causado más descrédito – y por lo tanto al evangelio – que cualquier otro pecado. La fe del creyente es sacudida y los no creyentes ven esos escándalos como evidencia de que los mensajes comunicados desde el púlpito – aun aquellos del Cristo crucificado y resucitado por los pecados de la humanidad – son sospechosos, y en el peor de los casos un timo mas para robar los bolsillos de alguien.
Como resultado, entre las primeras tareas de la iglesia está asegurar la aplicación de medidas de salvaguarda para prevenir la indecencia financiera de parte de cualquier líder de la iglesia o miembro que tenga acceso, o sea responsable de las finanzas de la iglesia.
Por supuesto, el salario del pastor es uno de los gastos en que incurre toda iglesia; consecuentemente, para que las salvaguardas aseguren la debida transparencia deben también incluir la vigilancia de otros costos, todo el presupuesto y cualquier otro tema financiero, incluyendo el reporte completo y apropiado de ingresos y cómo son distribuidos.
El Predominio de la Indecencia Financiera
En el curso de nuestro servicio ministerial mediante la Fundación Liderazgo e Innovación LIDERINNOVA como consultores y coaches en salud y crecimiento de líderes e iglesias, hemos sido testigos de muchas denuncias sobre conductas financieras impropias por parte de líderes de la iglesia.
Aunque muchas de las denuncias han resultado infundadas (gracias a Dios), hay definitivamente un número importante de iglesias en las Américas donde las sospechas de mala conducta financiera están bien fundamentadas y probadas. Resulta alarmante que debido a la cobertura periodística que resulta de tales revelaciones, los no creyentes refuerzan su escepticismo, viendo los escándalos como demostración de que las afirmaciones del Cristianismo son falsas, motivadas no por preocupación por la humanidad, pero más bien auto enriquecimiento.
Esta es una seria preocupación porque es parte de la responsabilidad de los líderes de la Iglesia reflejar como modelo las características de Jesús si es que el Evangelio va a ser considerado auténtico por una cultura crecientemente escéptica a las declaraciones de los cristianos. Sus seguidores deberían por lo tanto ser un de modelo de estilo de vida consistente con el ejemplo de Cristo, especialmente en asuntos que son fundamentales y visibles como el dinero y la vida sacrificial.
Uno no puede esperar que quienes se congregan en una iglesia local o los no creyentes se sientan animados por la esperanza del Evangelio si los líderes de la iglesia demuestran falta de fe al, irónicamente, construir sus propios nidos financieros en lugar de confiar en la provisión del Señor.