Recession’s after-effects could lead to cheating and workplace theft suggests Rotman paper.

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Toronto – We like to think we’d stick to our ethical principles no matter what. But when people feel financially deprived — as many did from losses suffered thanks to the last market and banking meltdown — they are more likely to relax their moral standards and transgress to improve their financial situation. They are also more likely to judge other deprived moral offenders who do the same more leniently, says a new paper to be published in Organizational Behavior and Human Decision Processes.

“We found that most respondents did not think financial deprivation would lead them to behave immorally,” said Nina Mažar, an associate professor of marketing at the University of Toronto’s Rotman School of Management and one of the lead researchers of the study. “Yet, once they actually experienced financial deprivation, they were more likely to loosen their ethical principles.”

This could result in workplace sabotage and the pilfering of supplies and equipment, the paper says. Public policies that entrench financial inequalities, such as through regressive taxation plans or tax cuts for the wealthy, could also lead to more cheating inside and outside the office.

And those who interpret or enforce policies or regulations as part of their work — in corporations, law enforcement, or the judicial system — need to be mindful of the deprivation effect too.  Temporary upsets in their own financial position could lead them to go easier on others demonstrating unethical behaviour while under financial stress, the paper says.

There are many ways people assess their financial health. But research has found one of the strongest influences is comparing oneself to other people. A sense of financial deprivation can happen when people simply feel financially inferior to their peers.

The findings are based on a series of experiments that studied people’s views about dishonest behaviour, and how they behaved once they were induced to feel financially-deprived themselves. The effects were observed both in experiments where people actually experienced financial loss and in those where they were merely made to feel financially-deprived, relative to others.

The effects were lessened however, when people saw that acting unethically either would be unfair, or would not improve their financial situation — or when they accepted that their financial position was deserved.

Perceptions of fairness were key to participants’ decisions to act honestly or dishonestly, said Prof. Mažar. That suggests that one reason why workplace theft is so common is because employees may see their own, and other colleagues’ financial positions as inferior and unfair, relative to the companies and executives they work for.

Prof. Mažar’s co-authors on the study were Eesha Sharma of the Tuck School of Business, Dartmouth College,  Adam L. Alter of NYU’s Stern School of Business and Dan Ariely of Duke University’s Fuqua School of Business.

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El buen uso de las tarjetas de crédito

La Nueva España

Felix A. Montelara, Autor Potencial Millonario-EEUU

Sólo el perfecto control y el conocimiento de las condiciones evita sorpresas desagradables

29.04.2013 | 11:48

POR: ANTONIO MARTÍN | IAHORRO.COM

El uso de tarjetas de crédito puede ser la solución a un problema puntual de liquidez, más rápido, sin papeleos e instantáneo, pero también hay que tener en cuenta que el uso inadecuado de las tarjetas de crédito es uno de los mayores dolores de cabeza que podemos tener en relación a nuestras finanzas.

Qué es y cómo funciona una tarjeta de crédito

Debemos tener claro qué es una tarjeta de crédito y cómo funciona. Una tarjeta de crédito es un instrumento financiero, en formato de tarjeta de plástico al cual el emisor, la entidad financiera, le concede un límite de dinero que el cliente usará a crédito según vaya haciendo uso de la tarjeta y que nunca podrá pasar de ese límite de dinero concedido.

Por lo tanto, es una forma de disponer de una cantidad de dinero para pagos en tiendas o retirar efectivo en cajeros, que el titular no posee realmente en sus cuentas, sino que es prestado por la entidad y que se comenzará a devolver el siguiente mes dependiendo de las condiciones que esta tarjeta tuviese y que en su momento se negoció con la entidad financiera.

Lo que debe de quedar claro y que más caracteriza a este tipo de tarjetas es que el dinero que se usa con ellas no lo posee el cliente, sino que es prestado por la entidad financiera y que, dependiendo de la forma de pago escogida, supondrá el tener que pagar intereses como si de un crédito rápido se tratase.

Veamos ahora cómo funciona si nos atenemos a sus dos principales usos:

– Si la tarjeta se emplea para retirar dinero en efectivo en cajeros, es similar a la concesión de un préstamo. Ese dinero se empezará a devolver a la entidad mensualmente según la cuantía acordada o un porcentaje del importe usado.

– Si la tarjeta se utiliza para el pago en establecimientos, es como si el préstamo concedido por la entidad fuese destinado a pagar la compra realizada y, de igual modo que en el caso anterior, se comenzará a devolver el importe usado al mes siguiente.

No cabe duda de que es un medio de pago muy interesante para poder atender un gasto imprevisto o adquirir un determinado producto a plazos que se necesita y para el cual no se dispone del dinero en efectivo en ese momento.

Pero es aquí donde radica el verdadero problema de las tarjetas de crédito, ya que una falta de control en su uso, significará en muchos casos el tener grandes problemas financieros.

Problemas de las tarjetas de crédito

Y es que supongamos que se negocia la devolución del dinero utilizado en una tarjeta a 12 meses (12 cuotas) lo que supone que, durante el primer mes, se aplica el tipo de interés sobre las 12 cuotas pendientes.

Tras el primer pago, y llegando el segundo mes, el tipo de interés se aplicará sobre 11 meses que quedan, y así sucesivamente, lo que hace que al final, sobre la última cuota mensual, se haya aplicado 12 veces el tipo de interés.

Por eso, cuando se habla de que se paga solamente por aplazar una cuota un 1,25% de tipo de interés nominal, por ejemplo, hace referencia al tipo “mensual” lo que supone hablar de TAEs del 22% como mínimo, lo que deja bien claro que es una forma de financiación demasiado cara con respecto a otras alternativas.
Acabaremos pagando el doble de intereses que si hubiésemos solicitado un préstamo y destinado ese dinero para pagar lo que hayamos comprado.

A este problema le debemos añadir el hecho de que usamos en ocasiones la tarjeta de crédito sin ser conscientes de las veces ni el dinero usado, con lo cual no es extraño encontrarnos con que al final de mes llevamos gastado mucho más de lo que pensábamos y, ante la falta de poder atender el pago total, nos vemos obligados a aplazar la devolución en diferentes plazos, con lo que empieza el círculo vicioso del crédito.

La utilización de las tarjetas de crédito exige el tener un control perfecto de su uso, ya que es la única forma de evitar sorpresas desagradables.

Mucha gente usa y tira de tarjeta para pagarlo todo y cuando se ha dado cuenta tiene una deuda pendiente con la entidad de un gran importe.

Si a eso se le une que al mes siguiente se vuelve a usar la tarjeta para otros gastos, realmente es como si uniésemos dos créditos que se han devolver mensualmente.

Cuando nos demos cuenta debemos de atender tantas devoluciones que todas sumadas superan nuestro nivel de ingresos, esto es indicador de que las cosas las estamos haciendo mal. Aunque ya puede ser muy tarde.

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